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It had a short beak like a bird and flew like a bird, moving with grace and ease. It cut through the air, pushing it aside, and its hummming attracted the other birds’ attention. From the branch of a tree a squirrel or hutia peered out of that strange body. True, there had been an explosion, but the effect of the shot had stayed behind. Now, the hard-working bees stopped for a moment to listen to the bullet’s song.
      The bullet had no feathers or hair. But in the morning light, its surface was covered with fiery scales. It was a revelation. A sparrow came to play with it and the two exchanged friendly pecks. But the bullet couldn’t change its course. Afterwards it was surrounded by butterflies, dragonflies and hummingbirds. One of the birds took the same route as the bullet and accompanied it on its path.
      The whole thing took a long time; the morning became afternoon and then night.

* * *

The bullet on its way and the man waiting. His will to die was like iron. Nothing, no one could move him from there. It rained several times and the nights were cold. The man, without eating or sleeping, waited for his time to come.
      One morning a nest appeared in the tree and close by it a hummingbird. Everyone immediately looked for the bullet and found it a bit further on, already getting close to the man’s head, which now had more hair on it. Given the time and the distance traveled, the end was near. The man did not show the slightest hesitation. He had feared for his fate when he saw the hummingbird and the bullet together, but nothing had been able to make the bullet stray from its course.
      It was the last day, he thought. He
ardilla o una jutía asomaron los ojos para ver aquel cuerpo extraño. Es cierto que había habido una explosión, pero el efecto del disparo había quedado atrás. Ahora, las abejas afanadas en su labor hicieron un alto para comprender el canto de la bala.
      La bala no tenía plumas ni pelo. Pero en los reflejos de la mañana, su superficie estaba llena de escamas de fuego. Era un descubrimiento. Un gorrión vino a jugar con ella y los dos intercambiaron picotazos de amistad. Lo único que la bala no podía cambiar su curso. Después estuvo rodeada de mariposas, caballitos, de San Vicente y colibríes. Uno de éstos tomó el mismo camino de la bala y juntos avanzaron a lo largo de la trayectoria.
      La cosa se prolongó mucho tiempo, hasta que la mañana pasó y llegó la tarde y después la noche.

***

La bala en curso y el hombre que la esperaba. Su voluntad para morir era de hierro. Nada ni nadie lo sacaría de allí. Llovió varias veces y de noche hizo frío y el hombre sin comer y sin dormir aguardó el fin de sus días.

***

Una mañana en el árbol apareció un nido y junto a él el colibrí. Todos buscaron inmediatamente la bala y la encontraron un poco más delante de su trayectoria, acercándose ya al hombre en dirección a su cabeza, en donde el pelo había crecido. Faltaba poco para el desenlace según el tiempo y la distancia recorrida. El hombre no tenía la menor vacilación. Había temido por su final al ver que el colibrí y la bala sostenían relaciones, pero nada había podido apartar a la bala de su destino.
      Era el último día, pensó él. Estaba listo, su frente de cara al plomo.
      El colibrí, en lo alto del árbol, junto al nido, esperaba los acontecimientos.
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